El dinero. SÁMSARA

Sentía un nudo en sus tripas. Era como si algo la atenazara en su estómago, como si una pinza grande e invisible le apretara en lo profundo de sus entrañas. Y la retorciera. Y giraran esas tenazas un cuarto de vuelta más, generando una sensación molesta y tirante, creando un vacío en su interior. Una sensación extraña y rara. Difícil de explicar.

No era la primera vez que la sentía, pero ahora esa borrosa sensación señoreaba en su interior, y se adueñaba de sus sentidos. Era horroroso, y no quería abandonarse a esa tortura. 

Todo pasó cuando recibió un aviso de su banco. Le habían enviado un mensaje por el teléfono móvil, avisándole de que tenía un descubierto en su cuenta. En cuanto dispuso de un momento, incrédula, accedió a su estracto bancario a través del propio teléfono móvil y vio que si, que tenía números rojos, y no era una pequeña cantidad, si no un buen pellizco.

Sintió ese vacío que había sentido tantas veces, y cómo esa mano oculta se entretenía torturando su estómago. Pensó en las reiteradas veces que le había pasado eso y entonces, se abandonó a sus sensaciones. Esta vez no "taparía" su emoción, echando tierra encima, ni echando la culpa fuera, ni cambiando de tema. Esta vez se dejaría llevar y sentir eso dolor punzante y retorcido que crecía en su interior.

Y lo hizo. Dejó lo que estaba haciendo para sentir. Para sentir la desesperanza, el enfado, la rabia por seguir en la misma situación mes tras mes. Sintió como subía desde su interior el volcán de las emociones, el enojo y el enfado porque la vida la castigaba tan duro ¿Que mierda podrida estaba sucediendo que siempre le pasaba lo mismo?

Ese ardor que siguió después de que las tenazas invisibles retorcieran sus entrañas le subió desde la boca del estomago por todo su pecho como si fuera la lava de un volcán, y la dejó subir. Sintió el calor del enfado, del cabreo. La rabia que le sacudía su ser, el calor explotando en su garganta, sus uñas clavándose en la palma de sus manos al apretar sus puños, tensando la piel del dorso y poniendo lívidos sus nudillos.

Un grito empezó a formarse dentro de su ser, y esta vez no le puso freno y lo dejó ir. Es más, lo acompañó afuera, lo empujó con toda su fuerza y gritó. Gritó enfurecida, fruto de la rabia que sentía, del profundo enfado que discurría por todo su sistema, era como si el volcán erupcionara y la lava roja saliera al exterior en un grito profundo, áspero, mugriento y negro por lo profundo, por lo antiguo de su deseperacion.

Sintió rompérsele la garganta, sintió otra oleada de azul de tristeza, y también la dejó ir, también la acompaño fuera de si, y lloró, lloró como hacía tiempo que no lloraba. Sin lamentos, solo una tristeza antigua que brotaba de su alma. Saltó la tapa que contenía toda su fracaso, torrente de lágrimas azules, que limpiaron su ser, que clamaban salir, como la pus de una herida vieja. Lloró sola, sin amargura, liberada por años de contencion, de inconvenientes, dificultades en su vida, de frustración vital. Lloró por sueños rotos, lloró en un mar salino y amargo, hasta que no pudo más. 

Y se sintió liberada. Los ojos inflados, la nariz moqueando, el alma rota. Pero sintió como si un arco iris se formara en su corazón. Intuía que el sol siempre estaba ahí y que sale cada día, después de las largas, tenebrosas y oscuras noches. Sintió que ahora el sol podría calentar su cuerpo, se había liberado y se estaba preparando para recibirlo.

Se había quedado vacía, como cuando te levantas de una larga siesta, desorientada, con la cabeza embotada, pero el corazón fresco. Miró por la ventana y si, el sol estaba ahí. Sintió el confort, el abrazo que le regalaba, la esperanza de que sucediera lo que sucediera se tenía a ella misma y a su propio ser.

SÁMSARA



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