Hacía todo lo posible por taparlo. De manera inconsciente inventaba mil maneras de no percatarse de eso. Procuraba encontrar fórmulas diversas de no adentrarse en él. Cualquier novedad en sus circunstancias le servía para evadirse de esa sensación. Él sabía que había algo en su interior que estaba desnudo, sin cubrir. Una sensación que desde siempre había estado evitando.
Era como un vacío en su interior. Un vacío que le causaba incomodidad, un hueco profundo sin fin aparente. Una sensación de ahogo, una falta de respiración, algo cercano a la falta de vida. A veces se había asomado al borde de ese hueco y una sensación de vértigo se había apoderado de él con solo mirarlo, ni mucho menos se había atrevido a adentrarse en ese vacío. No fuera que... aunque realmente no sabía que pasaría si un día se dejaba ir llevado por el magnetismo de ese vacío.
Antes que hacer eso prefería escuchar la radio, leer libros o ver vídeos por YouTube. Cualquier cosa antes que acercarse a ese vacío. Le encantaba escuchar música y a lo largo de su vida se había convertido en un melomano. Si salía a hacer ejercicio, a correr o en bicicleta de montaña siempre lo hacía con sus auriculares y música motivadora. Si caminaba por el bosque se acompañaba de algún audio. Si realizaba tareas monótonas, de cuidados en el jardín o la casa, las amenizaba con alguna entrevista grabada.
El caso era no acercarse a ese hueco. Ese vacío latente. Ese espacio sin aire, desconocido y gris que él sabía que moraba en su ser. Se dio cuenta que no solo hacia esas pequeñas tretas si no que muchas de las cosas que había realizado en su vida obedecían a ese mantra interno que lo mantenía alejado de esa oquedad suya. Desde bien pequeñito había necesitado vivir de forma intensa. De vivir emociones contrapuestas y de generar ilusiones que lo mantuvieran alejado de ese precipicio interior.
Experiencias vitales, relaciones tempestuosas, circunstancias intensas le ayudaban a distraerse de eso. Fiestas nocturnas, deportes de riesgo, amistades variopintas le servían de tapadera, de anestesia vital para cubrir su desnudez profunda. Tenía una mente dispersa, se distraía con facilidad y cualquier cosa le servía para alejarse de ese hueco.
Pero, no sabía porqué, ahora estaba cansado de todo eso y su mirada interior lo llevó a las inmediaciones de ese vacío. Y decidió acercarse a él. Decidió vivir esa experiencia, la que había querido evitar siempre. Decidió conocer ese espacio interior, vácuo, etéreo, incorpóreo, pero que se manifestaba en constantes intentos de eludirlo. Quiso conocer esa experiencia.
Hizo las principales tareas del día y se dispuso a encontrar un momento de calma. Se sentó en su lugar preferido y cerró los ojos. Empezó a calmar su mente y a buscar en su interior esa zona cercana al vacío. Pero ahora no aparecía con facilidad. Evocó mentalmente esa sensación y apareció algo parecido, una versión desdibujada que sabía no era la real. Era como asomarse a una tristeza, a una melancolía sin brillo, ausente, lejana y gris. Permaneció un buen rato alerta a esas sensaciones. Escuchando y observando su interior.
Esa no era la sensación real de la que había huido siempre, pero se le parecía. Sintió que sencillamente formaba parte de él. Pero precisamente cuando le prestaba atención, por fin, después de una vida de eludirla, ahora se le presentaba esquiva. Escurridiza. Pero no le importó. Siguió escuchándose, dejando que sus sensaciones señorearan su consciencia, con el convencimiento de que el día menos pensado podría asomarse a ese lugar. Caminar por esa zona de exclusión, ese espacio desconocido.
No sería hoy. Tampoco sabía cuando sería. Pero ahora se sentía preparado. Algo había cambiado en su ser que lo haría permanecer atento a cualquier sensación que apareciera en su estado personal. Sentía la firme decisión de conocer quién era realmente, qué formaba su ser, de qué estaba hecho ese hueco al que siempre había dado la espalda.
SÁMSARA